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Foto del escritorJivan Vinod

Vivir sin drama. Por Allari Prieto R.



VIVIR SIN DRAMA. Por Allari Prieto R.


Constantemente escucho en voz de muchos de mis alumnos de meditación frases como: “La meditación ha cambiado mi vida” o “La meditación ha hecho magia por mí” y en realidad no es que la práctica meditativa sea una varita mágica, que “Pum”, así, sin más, resuelve los problemas. Las personas que meditamos seguimos enfrentando las mismas crisis, los mismos problemas cotidianos y a la mismas personas y situaciones, la diferencia, es que la meditación nos ha permitido conocernos un poco mejor, tener la certeza de que lo único real, sobre lo que tenemos injerencia es en cómo afrontamos las adversidades. Sobre todo, la meditación nos ha enseñado a vivir el momento presente, no lejos del dolor, pero sí del sufrimiento y el drama.


Y es en este punto, en el que quiero centrar la atención de este texto. Cualesquiera que sean nuestras diversas historias de vida, todos en algún momento, hemos contactado con situaciones difíciles o dolorosas. Hace cerca de 12 años, justo pocos meses antes de mi boda, mi madre fue diagnosticada con un posible cáncer linfático, y, lo traigo a cuento, porque es para mí un referente muy claro del antes y el después de la meditación y el trabajo terapéutico en mi vida. Recuerdo que en medio de la ilusión de los preparativos para la boda y sobre todo del momento crucial de tomar la decisión de iniciar vida con alguien más, esa noticia fue una bomba en mi estado anímico.


Este hecho me llevo a tomar decisiones muy equivocadas basadas en el miedo y la poca claridad. Recuerdo haber tomado la noticia muy mal. Incluso, hoy puedo decir que, hasta de manera desproporcionada, porque dejé a mi mente viajar a niveles insospechados de catástrofe y alarma que no lo ameritaban, llegué incluso, a contemplar la posibilidad de cancelar mi boda y planes futuros, creyéndome, la gran poderosa y resolutora de todo. Afortunadamente cotaba, con la ecuanimidad de quien, hoy es mi esposo y de la madurez y amor de mis padres que me hicieron ver las cosas con claridad. Con el paso de los meses y los diversos estudios a los que mi mamá fue sometida, se encontró que en realidad su padecimiento no era un cáncer linfático sino un padecimiento de Lupus focalizado en la piel y hasta el día de hoy, ella ha llevado una vida sin contratiempos.


Hace unos pocos meses, justo 12 años después, mi madre desarrolló Lupus eritematoso sistémico. Evidentemente la noticia no fue algo agradable, pero lo que sí marcó una gran diferencia fue mi manera de abordar el dolor.


No voy a mentir y a decir que fue un momento agradable y que mientras escuchaba la asustada voz de mi mamá, yo levitaba inmutable en un profundo estado de Samadhi. No, evidentemente, no fue así. Pero sí hubo algo radicalmente diferente, no hubo drama, hubo amor, fe y confianza. Fui capaz de simplemente observar la situación y observarme. Fui capaz de respirar y hacer lo único, sobre lo que, en ese momento tenía control, que era mi reacción ante aquel evento desagradable.


Había algo diferente entre el evento de doce años atrás y el actual y esa diferencia era yo. Claro que sentí miedo, incertidumbre, tristeza y confusión, pero tuve la oportunidad de sentarme a meditar y ver con claridad lo que me ocurría y mis límites de acción. Y sí, gracias a la práctica, la claridad llegó y también la capacidad para afrontar el tema de otra manera, siendo más un verdadero apoyo, que una carga, con una mucho mejor capacidad de acción.


Y entonces llegaron muchos otros regalos, el primero de ellos el agradecimiento. Ser capaz de agradecer un diagnóstico muy temprano. El hecho de que, pese a la enfermedad, los primeros síntomas fueron muy benévolos y no ha habido, hasta ahora, necesidad de una hospitalización. La fortaleza y ecuanimidad de mi madre, la unión de mi familia, los médicos y su sabiduría, el desapego, la conciencia de lo efímero que es nuestro paso por este mundo y la oportunidad de vivir plenamente cada instante, de disfrutar el tiempo con nuestros seres amados. La capacidad de ver las señales que el universo nos muestra. En resumidas cuentas, de vivir en amor.


Poder vivir la vida sin drama, sin vernos a nosotros mismos como víctimas, es uno de los grandes regalos de la meditación, por eso quise compartírtelo. En este camino, no hay recetas mágicas, no hay atajos, ni trucos especiales. En este camino lo que hay es valor, voluntad, constancia, desapego, responsabilidad y mucha confianza. El amor es una decisión de todos los días. Por algo, dicen por ahí, que es el amor, el motor que mueve al mundo.

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