POR ALEJANDRA LEDESMA
¿Qué piensas cuando imaginas una vida más ligera? Tal vez una vida sin alguno de estos temas, o incluso todos: menos trabajo o más trabajo, según sea el caso, menos problemas, menos preocupaciones, menos estrés, menos enojos, menos deudas, menos pagos, más viajes, etc.
A lo largo del tiempo, me he dado cuenta de que la vida puede seguir siendo la misma, con todo esto que ves aquí y aún así, ser más ligera. ¿El secreto? Cómo tomamos las cosas, pues las experiencias de la vida no son lo que nos pasa, sino cómo tomamos lo que nos sucede y lo que hacemos con ello.
Existen 4 leyes que suelen practicarse en India, que están basadas en esta filosofía y que si realmente las comprendemos y las practicamos, nuestra vida se vuelve más ligera.
Primera ley
La persona que llega es la persona correcta.
Nadie llega a nuestras vidas por casualidad; todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para algo, casi siempre para hacernos aprender y avanzar en cada situación o nosotros a ellas.
Ninguna persona es un error en nuestra vida; todas tienen un propósito, a veces es muy evidente notarlo, a veces no tanto, a veces resulta de nuestro total desagrado, pero al final cumple su propósito divino. Y esto podría explicar algunas relaciones de “amor - odio”, no sólo con nuestras parejas, sino con hermanos, compañeros de trabajo, con jefes o con el encargado de la tienda.
Existe una teoría que dice que regularmente nosotros acordamos convivir con esas personas antes de bajar a la tierra. Hicimos un acuerdo álmico para hacernos evolucionar, costara lo que costara, sólo que casi nunca lo recordamos, pues quedamos enfrascados en aquello que no es como esperábamos o queríamos.
Entonces aquella pareja, aquella amiga, era la que tenía que llegar, no otra, no una mejor, no una peor, sino justamente la que llegó. Si lo aceptamos y además lo disfrutamos, será más fácil ver y tal vez, hasta entender su propósito.
Segunda ley
Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido.
Absolutamente nada de lo que nos sucede podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. Es muy común atormentarnos con el “si hubiera hecho tal cosa…hubiera sucedido tal otra…”. Y la única verdad es que lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para cumplir su propósito, aprendamos y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo. Aunque en ocasiones resulte muy doloroso.
Quedarnos anclados en el “hubiera” lo único que hará es seguirnos llenando de culpa y resentimiento hacia nosotros mismos y/o los demás, pensando en miles de escenarios que sólo terminan lastimándonos o dejándonos en nuestra propia miseria, pues ya no se pueden cambiar las cosas, no en el pasado, no en el futuro pues quién sabe cómo llegaremos a él, o si pensemos igual, pero sí en el presente; éste es el único momento en el que podemos actuar. Por eso es importante estar conscientes de él, en lo que pensamos, sentimos y hacemos en el presente.
Tercera ley
En cualquier momento que comience, es el momento correcto.
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas ahí llegará.
Muchos hemos escuchado la frase “cuando el alumno está listo, llega el maestro”, pues esto no sólo aplica para los maestros sino para todo lo que nos pasa: si estudiamos la carrera “incorrecta” en nuestra juventud, así tenía que ser, teníamos que pasar primero por ella y si después tenemos la posibilidad de una nueva profesión, será con todo lo que hoy sabemos y hemos vivido.
Si nos culpamos por haber empezado algo demasiado temprano o demasiado tarde, será difícil ver lo que eso aporta a nuestra vida.
A veces nuestra vida es como esos juegos de unir los puntos con números, al principio no se ve ninguna figura, y conforme los vamos uniendo todo va tomando forma; esa forma que tal vez no se alcanzaba a ver al inicio.
Seguro hemos escuchado “Los tiempos de Dios son perfectos” y cuando lo entendemos de verdad, aprendemos a fluir con la vida.
Cuarta ley
Cuando algo termina, termina.
Y a veces esta ley es la que nos cuesta más trabajo, estamos tan apegados a las cosas, a las personas, a las situaciones, a la comodidad, a tener la razón, que suele ser muy complicado soltar, dejar ir aquello que no aporta a nuestra vida.
Entender el fin de algo, muchas veces nos confronta con nuestro propio fin, o el fin de alguien o algo que amamos. El apego es una de las cosas que más causa sufrimiento en nuestra vida.
De hecho, en el budismo se cree que el “desapego” es la vía para alcanzar la felicidad. El apego se considera como una expresión de inseguridad y en el momento que se aprende a renunciar a los condicionamientos, se libera del apego.
Renunciar al apego a las cosas, no implica rendirse ni ser una persona pasiva; no se renuncia a la intención, si no al interés del resultado. Algo importante es que soltar no significa olvidar, sino aprender a seguir disfrutando de la vida a pesar de nuestros sentimientos. Entender que la resistencia lo único que nos provocará es dolor y sufrimiento.
Entender estas cuatro leyes y además tomarlas como filosofía de vida, nos hará mucho más ligera la existencia, sin olvidar que también hará que podamos encontrar las bendiciones, los propósitos y los milagros que ocurren todos los días.
Cuanta verdad y cuán tan difícil de entender para cuando nos cuesta soltar algo que ya no funciona en nuestra vida y seguimos sin darnos cuenta lo que nos provoca por dentro. Gran reflexión para entender que todo tiene un por que y una enseñanza. 🙏🏼