Relatos de Héroes Verdaderos/ El vendedor de tortillas
Por Allari Prieto
Uno de los aspectos que más ha evidenciado la pandemia del Covid- 19 es la desigualdad económica en nuestro país. La recomendación fundamental ha sido: “¡Quédate en casa!”, lamentablemente muy pocas personas han podido cumplir fielmente con esta recomendación.
El 56% de la población económicamente activa en México trabaja de manera informal, no tienen derecho a gozar de ningún tipo de prestación y en la mayoría de los casos, no pueden realizar un trabajo a distancia que les permita permanecer en sus hogares. Para muchos mexicanos y población de otros países, no salir a trabajar implica no generar ingresos para satisfacer sus necesidades básicas, como decimos comúnmente “viven al día”. Del mismo modo hay muchos trabajadores que, aunque tienen un empleo formal con prestaciones, la actividad laboral que realizan, les exige trabajar fuera de casa.
Inevitablemente el tema de la pandemia ha generado mucha incertidumbre en distintos ámbitos y uno de ellos es el económico y ha hecho evidente la vulnerabilidad de un sector poblacional que, por más que quiera, no puede parar.
La pandemia está poniendo delante de nuestras narices, la exigencia de ver más allá de nuestras necesidades nos está haciendo tangible que existen otros con necesidades muy diferentes, pero igual de importantes que las nuestras. De ahí la importancia de desarrollar empatía y buscar en cada acción, una sociedad más igualitaria para todos. Debemos entender que la nuestra no es la única realidad, que hay una diversidad de realidades y vivencias distintas.
Es hoy, en este momento, cuando debemos llevar la práctica a la vida, todo ese aprendizaje y experiencia de la meditación. Hoy, es cuando debemos llevar a la realidad de ojos abiertos aspectos como; la empatía, la compasión, el entendimiento y, sobre todo, la capacidad de no juzgar al otro.
Los nombres de las personas que aparecen en la historia que narro a continuación, han sido modificados para respetar su anonimato. De igual modo que han sido modificados algunos lugares y situaciones.
Don Jenaro/ El vendedor de tortillas
Don Jenaro, es un hombre de la tercera edad, noble, amable, de esas personas, que cuando te las encuentras, siempre te regalan un saludo y una sonrisa.
Don Jenaro ha dedicado muchos años de su vida, más de 30 años a vender tortillas, tlacoyos, gorditas, peneques, sopes, salsas y guisados, que prepara su esposa. Todos los días recorre las calles de las colonias del centro de la Ciudad de México en su bicicleta y surte sus productos a domicilio.
Ha realizado esta labor durante cerca de 30 años y, a pesar del tráfico y clima adverso, haga calor, llueva o haga frío, siempre se le ve en su bicicleta con su canasta de tortillas. Gracias a su trabajo, Don Jenaro se ha hecho de muchos clientes y eso le ha brindado la posibilidad de llevar sustento a su esposa y a su hijo enfermo.
Manuel, el único hijo de Don Jenaro y Doña Imelda, tiene una discapacidad que le impide valerse por si mismo, por esa razón, sus padres, a pesar de su avanzada edad, no pueden darse el lujo de dejar de trabajar, incluso en la pandemia, además de proveer su propio sustento, deben proveer a Manuel, de alimentación, medicamentos y material de curación que requiere debido a su estado de postración.
Cuando comenzaron a reportarse los primeros casos de Covid-19 en la Ciudad de México, Don Jenaro continuó yendo a las colonias del centro de la ciudad a surtir de tortillas a sus clientes, pero conforme las fases de la nueva pandemia fueron avanzando, sus clientes, sí sus clientes de años fueron desapareciendo. Pasó que el miedo irracional se apoderó de ellos, de sus mentes y sus corazones y no importaron cuestiones como la lealtad o el servicio que Don Jenaro les hubiera brindado por años.
Sucedió que las casas a pie de calle donde antes se le abrían las puertas, simplemente un día, al tocar Don Jenaro, no se abrieron más. Los edificios y condominios donde Don Jenaro solía conocer y tener libre acceso y confianza con el personal de vigilancia, un día le impidieron el paso. Hubo incluso administraciones de condominios que se organizaron para que Don Jenaro no pudiera acceder a las instalaciones, aunque los condóminos lo solicitaran. Don Jenaro no podía entender, ya que él cumplía con las normas de higiene y tenía los cuidados necesarios, portaba cubrebocas y careta, gel antibacterial, etc. Todos los alimentos que traía estaban preparados y empacados con total cuidado y limpieza. Estos eventos lo desmotivaron, sin embargo, nunca cambió su actitud amable, feliz y cordial, ni sus ganas de intentarlo.
Invariablemente sus finanzas se vieron fuertemente afectadas, pues ya no recibía los mismos ingresos, pero nunca se desesperó, ni perdió la fe. Con su puño y letra y hojas blancas hizo pequeños volantes que colocaba en los empaques de comida que entregaba a sus clientes y dejaba pequeños mensajes de aliento, bendiciones y pedía ser recomendado, por supuesto dejaba anotado en ellos su número celular. Así Don Jenaro poco a poco fue haciéndose de más clientes y su situación comenzó a mejorar. Si por alguna razón te lo llegabas a topar por la colonia en su bicicleta, saludaba siempre igual de alegre y a pesar del cubrebocas se sabía que portaba una sonrisa, sonreía con la mirada.
Un buen día sus recomendaciones llegaron a un pequeño restaurante de la zona, encargado de preparar toda la comida para el personal médico de un hospital Covid cercano. Ahí decidieron comprarle tortillas y todos los insumos de maíz requeridos, le compraron no sólo tortillas, consumían: totopos, tlacoyos, gorditas, masa, quesadillas preparadas, sopes, etc. Y de pronto Don Jenaro y Doña Imelda, irónicamente estaban viviendo una de las épocas más prósperas de sus vidas. Pudieron incluso hacer compras importantes para la salud de su hijo que, habían pospuesto por mucho tiempo.
El miedo nunca será un buen aliado, es la frecuencia más baja en la que puede vibrar un ser humano, la frecuencia más contraria al amor. De hecho, puede llevarnos a tomar decisiones muy erradas. Decisiones que muchas veces no sólo influyen en nuestras vidas, sino también en la de otros, sabemos que son tiempos adversos, pero no permitamos que el temor nos haga presas, tomemos las precauciones necesarias, pero permitámonos seguir viviendo, amando y disfrutando a los otros, haciendo comunidad. Hoy, a más de una centena de días que el virus del Covid -19 se hizo presente, Don Jenaro no se ha detenido, se le ve transitar con su bicicleta por las calles, llevando a los hogares, mucho más que tortillas y productos de maíz, lo que Don Jenaro entrega en cada paquete son mensajes de amor y esperanza en tiempos adversos.
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