por Karla Montero
Una vez perdí al amor de mi vida y creí que era lo peor que me podía pasar. Me sentía como una niña castigada (por Dios) a la que le habían quitado su juguete favorito por “portarse mal”. Aunque no entendía cuál había sido el error, pues yo hice todo lo que dijeron mis padres, los buenos principios de la sociedad, seguí el patrón “perfecto” que rezaba: Primero estudias, luego trabajas, compras un coche, después te casas, compras una casa, tienes hijos y ya está. ¡Yo cumplí con mi parte! ¿Por qué Dios no cumplía con la suya?
Sufrí, renegué, lloré y pataleé… pero las respuestas no llegaban. Me convertí en la víctima perfecta y debo admitir que por un tiempo fue lo más cómodo: mucha gente está dispuesta a ver por ti cuando te perciben vulnerable. Hasta que caí en el exceso, hasta que me di cuenta de que eso no me llevaba a ningún lado y que sólo estaba perdiendo el tiempo; me desfalqué de mi poder, me identifiqué con ese papel de víctima y me hice chiquita para dar lástima y lograr que me ayudaran más. Pero me di cuenta de que no me estaba ayudando a mí misma, así que sufrí más, renegué más, lloré y pataleé más…. Y nada cambiaba. Hasta que elegí tomar la responsabilidad de mis pensamientos, de mis emociones y de mis actos. Hasta que elegí cambiar YO.
Perder a quien creí que era el amor de mi vida ha sido el mejor regalo que me ha dado la vida porque me obligó a buscar al verdadero y después de una gran búsqueda, de muchas dudas, preguntas, crisis y mentiras… por fin lo encontré; por fin ME ENCONTRÉ. Y debo aceptar que el reconocerme no ha sido fácil, el redescubrirme debajo de capas y capas de juicios y mentiras que me contaron y me conté, respecto a quien era y quién debía ser, ¿cómo debía verme? ¿Qué debía tener? ¿Cómo debía comportarme? ¿Qué debía decir? Rediseñarme ha sido un reto, que sólo en consciencia se puede vivir como algo bello y expansivo, porque mientras sigues en el papel de víctima se vuelve un largo camino de dolor y lágrimas.
Y te cuento esto, porque creo que te puede servir, creo que te puedes ver en mí, porque creo que no sólo a mí me mintieron y muchas creímos en esa falsa promesa que decía:
“… y vivieron felices para siempre”.
¿Y si no qué? ¿Nada más? ¿No hay una segunda parte? ¿Un plan B? Nunca pintaron a una princesa viuda, o divorciada o maltratada por el príncipe encantador (o la princesa encantada); nunca nadie nos dijo que después de la luna de miel podía venir un infierno. No existe un manual para eso. El manual lo escribimos cada uno de nosotros, es nuestra propia historia de vida y la brújula, nuestro corazón.
La meditación me salvó la vida, porque me enseñó a calibrar esa brújula y entender su función. Me permitió quitarle el polvo y las telarañas que por años me impidieron verla y usarla para los fines que me fue dada. La meditación me enseñó que no importa cómo se vea afuera, lo importante es mirar dentro; que ahí está la única certeza que puedo sentir, la máxima energía que puedo aprovechar, la más bella obra de arte que puedo observar, dentro de mi (y por supuesto dentro de ti) está el principio y el final de todo.
Tiene razón el maestro: si te sientes triste, medita más; si estás confundida, medita más; si sientes que no puedes más, medita más. Porque la meditación nos ayuda a recordar quien somos, de dónde venimos y a dónde hemos de volver. Meditando es que logramos mirarnos a nosotros mismos y reconocer el milagro de la creación, la fuente inagotable de amor que es nuestro corazón. Meditar nos lo da todo, al quitarnos todo también: todos los juicios, mentiras, creencias limitantes, miedos, patrones y moldes.
Hoy te quiero invitar a que también tú descubras al amor de tu vida, a que te ames cada día más y más, a que te permitas ser tú, con tu luz y tu sombra, porque cuando brillas iluminas y calientas, y cuando te obscureces, generas contrastes maravillosos que obligan a la gente a tu alrededor a observar también el misterio de su sombra. Cualquiera puede amar tu luz, pero es en la sombra donde descubres quien realmente está contigo. Ámate, aunque no le des gusto a los demás con tus rarezas, con tus modos y caras, no necesitas complacer a nadie más; ámate tanto que te deje de importar el qué dirán. Curiosamente, es ahí donde todos comienzan a amarte también. Ama tu vida y hónrala viviendo con propósito, con el principal propósito de disfrutar y ser feliz, como una niña en parque de diversiones.
No esperes nada de nadie, no generes expectativas porque ya lo dijo Buda, eso sólo nos trae sufrimiento. No esperes un príncipe azul que te salve, sálvate tú. No esperes a que llegue la quincena, el aguinaldo, navidad… que los hijos crezcan, que la crisis pase, que termine la pandemia. El tiempo no espera y todo, absolutamente todo pasará. También tu vida y la mía, también nuestros años de mayor energía, también los cuerpos perfectos sin arrugas… esto también pasará.
Y cuando pase, en el final de los tiempos, mirando la película que fue nuestra vida, ojalá sea la mejor película (con acción, suspenso, drama, erotismo, comedia, aventura, pasión, lo que quieras). La mejor película de AMOR PROPIO que hayamos podido presenciar.
Karla Montero es comunicóloga de profesión, coach financiera y maestra de meditación. Brinda cursos, talleres y coaching personalizado acompañando a las personas a descubrir su potencial financiero y eliminar la escasez de su mente, de su corazón y de su vida con herramientas terrenales y holísticas pues está convencida de ser una Yogui Financiera en la búsqueda permanente del equilibrio y la integración del mundo espiritual con el mundo terrenal. Puedes encontrarla en Instagram, Facebook y TikTok como: @yoguifinanciera o mandarle un mensaje directo por WhatsApp al +52 5579705854
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