por Alejandra Ledesma
Elige a la persona, elige el lugar, lleva toda tu alma y tu corazón ahí. No analices demasiado, no pienses demasiado, no juzgues si esa persona lo “merece” o no; si vino a tu mente fue por alguna razón. Siente ese amor que llena tu pecho, toma tus manos y llévalas al centro de tu cuerpo, siente todo tu poder y tu fuerza; ahora, lleva tu mano izquierda al corazón y evoca todo aquello que te haya dado luz, todo aquello que te haya acogido mientras estabas triste, derrotado(a), adolorido(a) del corazón y abraza lo que sientes; reconoce que eso es parte de ti, reconoce que eso es parte de tu historia y acéptate como un ser frágil, acéptate como un ser vulnerable porque ahí radica el poder de tu fuerza, el poder de tu amor.
Tocar el fondo de tus verdaderos sentimientos te permite tocar tu propia vulnerabilidad y desde ahí, todos somos iguales, todos estamos desnudos, todos somos seres humanos con errores, virtudes y heridas. A veces hay que quemar el pasto para que la tierra se vuelva más fértil, a veces el fuego quema y arden las heridas del alma, pero también nos llena de fuerza y de la belleza de sus llamas, a veces hay que llorar lo suficiente para regar ese espacio, a veces hay que esperar sin hacer nada para ver crecer lo que hemos sembrado. A veces, hay que retirarse a descansar y dejar reposar la tierra.
Ser paciente con lo que sientes y con lo que sucede mientras lo sientes. Ser paciente con el sol y con la lluvia, permitir que la lluvia te moje, te limpie, te haga sentir que fluyes, y también ser paciente con el viento, permitir que se lleve lo que ya no hace falta, que se lleve lo que ya es momento de desprenderse, lo que ya no aporta nada en tu vida; sean pertenencias, personas, relaciones, lugares, lealtades que lastiman y someten, deja, deja que el viento se lo lleve, que libere tu alma y tu corazón, permite crear ese espacio fértil dentro de ti.
Y cuando parezca que todo está negro y desierto, ahí siembra un beso para ti, siembra todo el amor que te hubiera gustado recibir, siembra el cuidado que tal vez no te has dado, siembra alegría, siembra el derecho a poder disfrutar del sol, de la lluvia, del fuego, de la tierra donde creces, siembra todo aquello que quieres en tu vida, siembra bondad, siembra amistades honestas y sinceras, noches enteras de charlas, siembra carcajadas sin sentido con personas que tocan tu corazón, siembra todo aquello que quisieras recibir y que quisieras dar, todo aquello que está a borbotones para ti, todo aquello que dará frutos infinitos y que podrás compartir de manera infinita con los que amas y los que no, con los que conoces y los que no, porque los frutos de un beso, se esparcen, aunque no los des; los frutos de sembrar un beso, con paciencia, con amor, con delicadeza, esparcen sus semillas con el viento a los lugares menos imaginados para crecer.
Y entonces sí, elige a la persona, elige el lugar, lleva toda tu alma y tu corazón ahí. No analices demasiado, no pienses demasiado, no juzgues si esa persona lo “merece” o no, si vino a tu mente fue por alguna razón.
Da toda esa bondad que primero te has dado a ti, que está labrada con amor, sol, paciencia, fuego, viento, agua de lluvia, sol y colores de arcoíris.
Inspirado en el cuento para niños Siembra un beso de Amy Krouse Rosentha (Autor) y Peter Reynolds (Ilustrador)
Alejandra Ledesma es publicista de profesión, terapeuta Gestalt, maestra de meditación y terapeuta holística por vocación. Cuenta con diferentes subespecialidades de desarrollo humano, trauma, trabajo con síntomas, mindfulness y una maestría en enfoque Gestalt.
Es fundadora de Daluzaá, terapias, talleres y meditación, donde imparte diferentes cursos y talleres a grupos privados, familias, en el sector educativo y empresarial, además de dar terapia en consulta privada y acompañamiento en duelo a adultos y niños.
Puedes contactarla en Facebook: @Daluzaa, alejandra@daluzaa.com y www.daluzaa.com
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